Restos de una vaca recién sacrificada (foto tomada de caracoldeagua-arnoldo.blogspot.com)
LAS TUNAS, Cuba – “El delito de Hurto y Sacrificio de Ganado Mayor mantiene altos niveles en Puerto Padre”, reportó el pasado julio la prensa oficial.
El fiscal José Luis Pupo Rueda dijo en una entrevista difundida por la radio que, más allá del descontrol de la masa ganadera y la escasa vigilancia de los rebaños tanto estatales como privados, es la existencia de “un mercado debido a la situación de las carnes” el factor reiterado que propicia el robo de ganado.
Lo que el fiscal llamó “la situación de las carnes”, es la ausencia total de carne vacuna en los comercios o su oferta bajo monopolio estatal a precios prohibitivos.
Un kilogramo de picadillo de carne de res de segunda, con el 10% de grasa, cuesta 5.05 pesos convertibles (CUC, equivalentes al dólar dentro de la Isla), o 126.25 pesos “cubanos” (CUP), es decir, casi la mitad de la pensión mensual de 260 pesos de un trabajador jubilado.
En el mercado informal, la carne procedente de ganado robado o sustraída de los mataderos estatales es mucho más barata y de mejor calidad. Cuesta 25 CUP la libra.
“Y si usted tiene en su casa ancianos y niños y no tiene con qué alimentarlos, usted compra carne sin preguntar de dónde salió la vaca”, confesó a este corresponsal una mujer que tiene a sus ancianos padres y a dos nietos pequeños a su cuidado.
“Ni los culpo ni los odio, el verdadero culpable es el Estado con sus leyes”, dijo refiriéndose a los carniceros clandestinos un vaquero entrevistado para este reportaje, quien ha perdido miles de pesos a manos de los cuatreros. “Me robaron tres yeguas y el caballo de cría, dos toros y ya ni sé cuántas vacas, pero es que en este baile me tocó bailar con la más fea”, alega con filosofía campesina.
Mediante la Resolución número 329, y según lo normado por el Instituto de Reforma Agraria el 1ro de octubre de 1962, el gobierno cubano estableció un control absoluto sobre el comercio de la carne vacuna, ordenando el sacrificio de reses y la disposición de sus carnes sólo a cuenta del Estado.
En Cuba el sacrificio de ganado vacuno y la venta de carne entre particulares pasaría de comercio libre a ser delito “contra la economía nacional”, penado inicialmente con entre dos y cinco años de cárcel.
Como esas sanciones que no detuvieron el robo ininterrumpido de ganado, fueron aumentadas en el rango de entre cuatro y diez años de prisión para quienes sacrifiquen las reses; mientras los que vendan, transporten o en cualquier forma comercien con carne de res pueden recibir condenas de entre tres y ocho años de cárcel. El que compre tales carnes puede ir a presidio de tres meses a un año.
Para que se tenga una idea de hasta qué punto está penalizado el sacrificio de ganado en Cuba, obsérvese que la sanción de diez años de privación de libertad que en esos casos los jueces pueden imponer es inferior a la que los tribunales están facultados a aplicar en el delito de homicidio. “El que mate a otro, incurre en sanción de privación de libertad de siete a quince años”, dice el Artículo 261 del Código Penal.
Miles de cubanos han ido a la cárcel inútilmente en los últimos 53 años, en los que el comercio de carne vacuna pasó a ser monopolio exclusivo del Estado por aquello de “proteger el rebaño nacional”. El rebaño nacional lejos de crecer disminuyó. Aquello de que en Cuba teníamos una vaca por habitante en los años 50 del pasado siglo y ocupábamos en Iberoamérica el tercer lugar en consumo de carne per cápita tras Argentina y Uruguay es historia lejana.
“En treinta años, de 1958 a 1988, la masa ganadera descendió en Cuba en más de un millón ochenta mil cabezas, mientras la población prácticamente se duplicó. La relación población-masa ganadera se redujo de 0.92 cabezas de ganado por habitante a 0.46”, dijo un ingeniero agrónomo a este reportero.
Si antaño en Cuba el ganado pasaba la noche en los potreros, produciendo carne y leche mientras pastaba a voluntad con temperaturas idóneas y sin la inclemencia del sol tropical, ahora, bajo el asecho de los cuatreros, desde el anochecer y hasta el amanecer el ganado permanece encerrado entre vigas de acero junto a la ventana del vaquero.
Y lo que es peor, el desestimulo de criar ganado del que no pueden disponer hace que no pocos hijos y nietos de vaqueros no sigan los pasos de sus mayores.
En el cuento de Jack London titulado Por un bistec, el boxeador Tom King pierde la pelea porque no consiguió quien le fiara carne para alimentarse. De vivir en Cuba King hubiera perdido su combate también, porque en Cuba un bistec cuesta la libertad.
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